Todos en algún momento, ya sea de chicos y grandes hemos sido víctimas de bullying, ese que tanto ha dado de que hablar en los últimos días “De Ahome para el mundo”.
En fin… todo esto me recordó fugaces momentos de mi tierna infancia, de mi moza adolescencia y de mi incipiente madurez.
Hay pocas cosas por las cuales yo me sentí realmente mal en mi vida, una fue cuando mi hermano se encargaba de recordarme lo “choco choncha que era de niña”.
Ahí va la Almita como pequeña bolita de carne caminando con su paso de patito, moviendo las nalguitas bellas que Dios le dio.. cuando sale su hermano de entre un carro y junto con mi adorado Memito comienzan a decir: “Choco choncha, Choco Choncha” y salían los mangazos de bólido haciendo blanco en mi pequeño (aun) nalgatorio.
Luego la “Amanda Ciérrale” vino a empeorarlo todo…. “Qué de malo tienen unos kilitos de más cuando eres una pequeña y ni siquiera te has desarrollado del todo (y ni terminas aun). En fin, Amanda fue para mí aun peor que la Choco choncha. Creo que así se me creó ese sentimiento de inseguridad, que sólo tiene alguien que lamentablemente fue buleado y no supo como enfrentarlo…. Hoy ya lo sé.. Hermano, Memo, coman mucho churro desgraciados, pero gracias… Los amo mil, lo saben.
Ese fue un episodio que con el tiempo, ya más que recordarlo como algo malo, lo rememoro con alegría, los juegos de niños que eran divertidos.. ajá.
Luego y creo que ha sido este sí muy marcado en mi vida, cuando por ser huérfana de padre el bullying se dio… no era bonito que me dijeran “Yo si tengo papá y tu no”, mi salida siempre fue “mi papá trabaja en el cielo y es mejor que el tuyo”, y la verdad mi santo padre ¡Qué trabajador es!…. al fin cuando pude dimensionar las cosas, vi el lado bueno, me hice fuerte, y pensando en sus deseos, traté de superarme y reconocer que el hecho de no tener padre no determinaría mi futuro.
Luego, cuando adolescente, que por obra de la vida debí irme a estudiar a la ciudad (dejé el ejido) mis amigas (ejidales) eran pocas, no me querían, pero bendito Dios mis amigas (citadinas muchas de ellas expatriadas de sus ejidos)) siempre fueron a todas margaritas.
Cuando inicié la universidad, era como una cosa rara que no se podía creer que estudiara más allá de la prepa. Las expectativas del mundo eran pocas, ¿Una plebe de rancho estudiando?; una niña loca (y tenían razón) en el nivel universitario; ¡si para ese entonces ya tenía que estar (según las mentes cerradas del pueblo dígase ejido o ciudad) quizá casada y con hijos, “juída” con el novio!. Pero bueno, me ayudó que nunca me vi casada y con hijos, así que ese plan social desapareció de mi vida.
Luego en el mundo laboral, el verte chapita medio memba en un mundo en ese entonces liderado por hombres tiburones, motivaba a decir “que pendeja”, pero no contaban con que las chapitas somos tercas y nada pendejas.
Hoy, a pesar de cualquier error que he cometido, de convertirme en momentos en la buleadora a fuerza de defensa, y de soportar la falta de fe hacia mi persona, debo reconocer y agradecer a ese bullying que me hizo fuerte, que me mantiene de pié y contra el que he estado de la mano luchando.
No ocupo que nadie me bulee, yo solita tengo para recordarme lo pequeña que soy en comparación de otras personas que merecen toda mi admiración y aprendo de ellas a diario; me dieron la fuerza para orientar a los que como yo, se quedaron sin padre ¡sí se puede!, canijamente por la falta de padre, pero se puede y la recompensa es maravillosa.
Aprendí a reírme de mí, y es lo más fantástico que puede haber sobre el universo, porque me confirmo como humano, con defectos y virtudes (diría la canción), y por lo tanto, que se rían de mí, más que una ofensa es un verdadero halago, me toman en cuenta.
Agradezco a quienes me dijeron gorda, porque aprendí a amarme con cada lonjita, con cada gramo de celulitis, con cada brazo gordo que me permite abrazar con fuerza.
Agradezco a quienes no confiaron en mí, porque me mostraron el camino para poder salir adelante y decirles ¡mírenme aquí estoy! Lamento no haber cumplido sus expectativas, ¡pero yo tenía y tengo las mías!
Y sobre todo, agradezco a quienes a pesar de toda esa labor de presión social, siempre estuvieron ahí, para orientarme, para decirme que mi locura me llevaría lejos, para guiarme y permitirme aprender ( lo que sí y lo que no) de ellos.
A mis amigas y amigas que son realmente amigos; a mi promotora número uno mi negrita que desde el cielo me sigue guiando, a Izza, a mi hermano que son maestros de vida; a mi padre por sus bases y ese chip que me implantó a decir ¡se puede a todo!; a mis maestros, no hay labor más firme aunque duela, que la de un maestro no solo de aula, sino de vida; agradezco a las biografías de personajes ilustres, a la vida de mujeres históricas, que en mis momentos de soledad me llevaron a ver que todo es posible con determinación, y sobre todo, a mi santa madre que con su ejemplo me dice todos los días que el que no se levanta no avanza, y que no hay obstáculo que pueda impedirme seguir adelante.
Soy una bendecida víctima de bullying que no se dejó vencer, y que sigue aquí…. Sé que los niños que lo sufren si son fuertes saldrán adelante, y ojalá que como yo, tengan por lo menos a una persona que les diga que son bellos, que son importantes, que son únicos y que nada ni nadie podrá detenerlos, a menos, que ellos lo permitan.
“Ignóralos me decía mi padre cuando alguien me hacía llorar” y ese es el mejor remedio al ataque. Sade tampoco se equivocó, aunque loco, sabía lo que decía.
En fin…. Fin.