DE MÉXICO PARA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

¡¡¡ HOLA MUNDO !!!

sábado, 1 de marzo de 2008

DEL DIA 28 AL DOLOR DE TESTICULOS...


Agradezco el comentario de “enfadosito” al tema “el bendito día 28”… el que inicia diciendo que quien es el para entender el día 28 de las mujeres…

Quiero decirte que eres la pieza básica para entenderlo, porque eres quien esta ahí, pegadito, quien pasa las noches y días a un lado de la fiera que no se espera al dia 28 para dispersar su veneno…. Veneno que debo decir es involuntario, se sale solito como el respiro, es la esencia de todo esto.

Dices no entender los síntomas del SPM pero bien que los soportas estoicamente, tan hábilmente que no se que tanto lleves con tu pareja, QUE SIGUES AHÍ… por puras ganas no creo.

Pero hay algo que quiero salvar fuera del molesto síndrome premenstrual…. Y es algo que planteaste, que las mujeres no comprendemos por enfocarnos en nuestros propios problemas……. Las necesidades y dolores propios del hombre…. Como es sí, el de los testículos.

Para todos es sabido que es la zona más sensible y que a la menor provocación duele a más no poder…. Yo obviamente no tengo testículos, y no pudiera comparar ese dolor con el nuestro, pero al fin de cuentas tratándose de dolor, debe ser algo parecido.

Para entenderlo me puse a investigar en la pagina de medlineplus… http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/003160.htm

Ahí te marcan causas, síntomas y tratamientos para entender ese problema, el cual no solo se deriva de una “calentura”, hay muchas otras causas que lo provocan y que ameritarían atención médica.

Te recomiendo que entres a esa página y cheques bien el dato.

Retomando tu comentario, al final marcas una frase muy cercana a la realidad… Oh Dios cómo sufrimos por culpa de quienes amamos!... si se sufre, pero balanceando las cosas, también disfrutamos y mucho más que esos malos ratos que si bien no se olvidan, nos marcan la diferencia y nos recuerdan que estamos vivos.

Al fin de cuentas, para que estamos en esta vida sino para disfrutar de sus placeres y consecuencias.

Gracias por tu comentario enfadosito, espero que haya muchas más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi viejo amigo el varicocele

Sobre los dolores de testículos, releyendo mi anterior comentario, creo que por lo menos una vez debí de poner –huevos-, es más contundente, más libre, es una licencia literaria que le da solidez a la frase.

Acatando tu consejo, me fui al sitio medlineplus y me maravilla tanta información, y tan valiosa. (Prometo ir con frecuencia ante cualquier manifestación de enfermedades de cualquier tipo y de cualquier persona a 50 metros a la redonda de donde me encuentre ubicado) Y allí encontré de nuevo a mi amigo: el varicocele.

Todo empieza cuando cerca de tres años después de casarnos, mi esposa y yo no pintábamos para nada. Preocupados por la situación, ante todo yo no aguantaba la carrilla de mis compadres, amigos y otros seres “queridos” que me apodaban el “papayo macho”, acudimos a los distintos médicos que te van pasando de especialista en especialista y una de ellas fue:

La ginecóloga.- Mujer delgada, pero con buenas curvas, me confesó que a pesar de ser baja de estatura, era apasionada del básquetbol, con voz chillona, pero no chocante, me dijo que quería mi semen en un vasito de acero inoxidable.

Frío y con un hueco enorme, el vasito no se me antojaba para nada, material cachondo. Allí, entonces tomé la determinación firme de conocer a mis vástagos y con el escritorio convertido en imaginario tálamo, empecé a fantasear en que la ginecóloga y yo… tu sabes o sospechas… y pude depositar mi semilla (muy novedosa metáfora) en el vaso, por lo que en mi conciencia pesaba que el hijo que vendría tal vez sería de tres: de mi esposa, mío y de la ginecóloga, y chanza hasta del anterior que usó el vaso.

El destino me liberó de la culpa y a pesar de que la facultada se sorprendió al ver la abundancia del material lácteo (bueno así le decimos también: leche) tras el penoso proceso que no quiero detallar que pasó mi esposa, no resultó nada.

Por lo que la ginecóloga, tuvo que aceptar que éramos caso más difícil que lo que mis oníricos temperamentos podrían alcanzar. De tal manera que me mandó al:

Urólogo. Mal hablado y tosco para tratar a las personas, el especialista debió con seguridad, haber transitado por los rumbos de la veterinaria. Tomó mis dídimos como un bateador la majagua, los observó, los sopesó con su mano, hurgó con su hábil dedo, yo tenía tremor de que los oliera o peor aun, le diera un lenguadazo, pero no, se comportó como todo un machín y dio con el problema: probablemente yo tenía un varicocele en el huevo (ahora sí bien empleada la palabra) izquierdo.

Las sospechas le fueron confirmadas cuando en una clínica cercana me practicaron los estudios, otra vez con los testículos al aire, las nalgas también, pos ya qué (ah pinchi machismo), pero me confortaba saber, no sé porqué razón, que en esa clínica las enfermeras eran monjas, creo que guardarían la confidencialidad de lo que vieron y escucharon.

Con la bendición de san Pedro salí para que el urólogo me programara la operación. Decidí no ir. Recuerdo que me cayó mal, su trato no fue el que me hubiera gustado. No sé, los médicos en general son soberbios y creen que las preguntas que uno formula son tontas. Total que me dije, “ni modo compa, nadie sabe para quién trabaja, con otro urólogo me haré la operación” y salí de allí para no volver.

Yo, mque nunca he sido una persona prudente, contaba todos estos detalles del mentado varicocele, con mis amigos, compadres y demás carrilludos que confirmaban mi condición “papayomacheica”.

De manera afortunada conocí a doña Zeferina, buena con las yerbas, otra pareja que tenía el mismo problema había tenido la experiencia que nosotros acabamos de pasar. Como no queriendo la cosa, doña Zefe dijo que la matriz de mi señora necesitaba calentarse, con chocolatito y una yerbita nos puso al tiro. Antes del año nació el zeferiinito que calló bocas, y aun las malidicentes que sospecharon de ayuda sanchesca tuvieron que crujir sus dientes cuando lo hizo la zeferinita que es, dicen, mi vivo retrato.

Bueno del varicocele me olvidé, hasta ahora. ¡Salud por los que aun creen en la medicina de yerbitas y todas esas ondas. A mi me resultó! Y si el varicocele aun existe, le deseo buenaventura. Ginecólogas y urólogos, a otros perros con esos huesos que cuestan un huevo.

El enfadosito.